Nosotros, los seres humanos, no
nos equivocamos cuando buscamos colmar nuestra ansia de felicidad en la
compañía íntima de una persona del sexo opuesto. Verdaderamente el hombre se
complementa con la mujer y la mujer con el hombre. Pero como existe en nuestro
corazón una ansia de plenitud no nos llenan las uniones informales y pasajeras,
ansiamos estabilidad, precisamente, por el gran valor que tiene nuestra
persona, y esa unión estable es el matrimonio.
Es tan hermoso encontrar al
hombre o a la mujer de nuestra vida. Encontrar a ese ser que se complementa con
nuestra persona y que en unión con ella podemos caminar por la existencia
sabiendo que ella es para mí y yo soy para ella y que por lo tanto en ella nos
podemos apoyar con confianza. Así de bella es la unión conyugal.
Es por ello que es tan importante
que nosotros estemos bien preparados para llevarnos bien con nuestra pareja.
Sería terrible que al hombre o a la mujer que me corresponde por cónyuge en
lugar de hacerla feliz la hiciera desdichada. Por eso más importante que saber
ganar mucho dinero es saber amar bien a mi pareja. ¿De que me serviría tener
comodidades en abundancia si no se hacer feliz a mi esposa o a mi esposo?
Aprender a amar es lo prioritario, es la llave que nos abre las puertas al
reino de la verdadera felicidad.
Nunca me cansaré de repetir que
el egoísmo es el enemigo del hombre. Un gravísimo error que muchos cometemos
consiste en ir al matrimonio con la ilusión de que nuestro cónyuge nos va a
hacer feliz. Lo correcto va en sentido contrario: ir al matrimonio con la firme
determinación de hacer feliz a mi cónyuge. Esto último es amar, lo otro es
buscarme a mí mismo, ser egoísta. Por eso tantos fracasos matrimoniales, porque
mi esposo o esposa no me brindó la felicidad que yo tenia la ilusión de
conseguir con él o con ella. Esto es equivocar el fin por el cual estamos en la
vida, no estamos en la misma para recibir, estamos para dar. Por eso, al unirme
en matrimonio con una persona yo me he comprometido con ella a amarla, a
hacerle el bien, a poner todo lo que está de mi parte para que sea feliz. La
dicha que tanto anhelamos no se alcanza buscándonos a nosotros mismos, se
alcanza buscando hacer felices a los demás. Y esto es precisamente lo que nos
hace fuertes, lo otro, nos hace vulnerables.
México podría convertirse en una
nación fuerte si sus matrimonios fueran fuertes. Nuestra sociedad tendría
consistencia. Es necesario pues que redescubramos la belleza del matrimonio, es
necesario que lo valoremos como lo que es, una unión sagrada en la que tanto
los hombres como las mujeres podemos experimentar auténtica dicha, auténtica
plenitud.
Hombres y mujeres que aman de
verdad, eso es lo que necesita nuestra nación. Hombres y mujeres unidos permanentemente,
consagrados el uno al otro a la noble tarea de hacerse el bien mutuamente y
hacer el bien a los demás. Eso es lo que
necesita nuestro país, eso es lo que necesitan nuestros hijos para
desarrollarse adecuadamente y poder ellos a su vez formar matrimonios y
familias fuertes, que ennoblezcan a nuestra nación. He aquí la gran tarea que
tenemos.
Diego Alberto Treviño
Rodríguez